Escribo esto con un delay de 3 días con respecto a mi límite auto impuesto de escribir los domingos para publicar los lunes. Sin más excusa que producto de una mala organización de mis vacaciones en general.
Alguien podría decir “hey, pero ¡si son vacaciones! Descansa”. Esto mismo pensé siempre de cara a mis vacaciones, como un paréntesis en el que por dos, tres o cuatro semanas estoy en Narnia.
Sin embargo, este año fue distinto. Este año hay cosas que llevo haciendo hace más de un año: leer, escribir y ejercitar. Las tres, atadas durante la mañana. Las tres con mucha fuerza durante la segunda mitad del año. Las tres siguieron con fuerza durante enero.
Hasta que llegó febrero y las vacaciones. La lectura se resintió porque ya no estaba ese espacio de las mañanas, pero seguí logrando leer por las noches. La escritura, si bien escribí una plana en mi diario todos los días, fallé la última de las entradas que hoy escribo con desfase. Por último el ejercicio ha tenido mejores días. Hice 4 días en total de los 13 que habitualmente habría hecho hasta hoy.
¿Por qué me importa esto? Porque la verdad es que destruir una rutina es fácil, crearla no lo es tanto. Por eso, sabía que debía mantener al menos esas 3 acciones durante mis vacaciones.
Al final las vacaciones son tu semana normal sin las horas de trabajo. Es a tu empleador o a tus socios, con quienes pides las vacaciones. Por ende, es sólo lo que a ellos les respecta aquello que pasa a estar despejado: “De 9:00 a 18:00”.
Que luego aprovechemos ese periodo para viajar por ejemplo, es algo opcional, pero no lo que define a las vacaciones. Incluso con el trabajo remoto, hoy puedes viajar sin estar de vacaciones.
Entonces en ese sentido, en verdad lo que he estado tratando de hacer cada vez más (leer, escribir y ejercitar) no debería dejar de hacerlo sólo por estar de vacaciones. Ese es mi dilema teórico.
Ahora bien, en la práctica, tras haber estado pensando el lunes mientras viajábamos de vuelta a Valdivia que no había escrito y que me había fallado, pensé que el año pasado simplemente no escribí ninguno de los 3 domingos de vacaciones. Así, sin más. Que este domingo quizás me atrasaría, pero escribiría igual.
Analizándolo aún más: había leído dos libros, había escrito todos los días una plana (a mano, durísimo) y había ejercitado en Santiago con calor y en Algarrobo en la pieza donde nos quedamos.
Definitivamente más que cero.
Ayer me enteré que para mejorar la condición física se necesita 8 veces más de esfuerzo que para mantenerla. En otras palabras, un poco de ejercicio durante las vacaciones es mucho mejor que cero. Tanto así que solo algunos meses de reposo pueden anular años de entrenamiento. Sólo basta pensar en los hospitalizados con COVID que llegaron a pasar algunos meses hospitalizados y luego tuvieron drásticas secuelas en su musculatura.
Cuando estás leyendo un libro, hay valor en leerlo seguido. Porque los personajes y detalles de la historia están más frescos. Si es de no ficción, puede ser prudente leerlo en un plazo más largo para sopesar la ideas que profiera el escritor.
Si escribes todos los días, hay un punto en el que no te queda mucho que decir y ahí comienzas a ser más profundo en las reflexiones. Pasas de narrar el día a cuestionar qué fue lo que pasó, por qué una idea te queda dando vueltas o por qué te molesta no haber escrito un post el domingo.
En cualquier caso, espero que disfrutes tus vacaciones si es que estás en ellas o te las tomarás en el futuro. Sino, que disfrutes este fin de semana.
Recuerda que cualquier cosa que no dejes de hacer por pequeña que sea, ese kilómetro de trote, esa hoja escrita, esa flexión de brazo o ese mail para cotizar productos de tu próximo emprendimiento…
… es mejor que cero.
Libro de la semana
📖 Título: El Clan de los Bombarderos
✍🏻 Autor: Malcolm Gladwell
✏️ Páginas: 188
📚 Editorial: Penguin Random House, Taurus
Una historia desconocida sobre la Fuerza Aérea. Miles de años de maniobras y ejércitos terrestres, otros cientos con batallas navales, evolución de armas y tácticas. Llegamos a la Gran Guerra. Se crean los aviones y se usan por primera vez ampliando el campo de batalla a las alturas.
¿Cómo se define un nuevo tipo de batalla? Esta es la historia de un grupo de teóricos que intentaron dejar atrás la masacre de la guerra de trincheras, para pasar a golpear sólo en el talón de Aquiles del enemigo y así evitar muertes en vano.
Pero la realidad abruma la teoría y la Segunda Guerra Mundial estalla. El pulso de bombardear todo se enfrenta al bombardeo selectivo. Leemos historias de gente obsesionada, las diferencias que existen en los líderes militares, las pequeñas decisiones que cambia vidas de muchos, las cruentas batallas que sirvieron sólo dentro de oficinas gubernamentales, la disciplina del que ejecuta versus las visión del teórico.
Una de las frases que más me impactó del libro es una cita del Estudio de Bombardeos Estratégicos de Estados Unidos:
Probablemente, durante los incendios de Tokio, en un plazo de seis horas perdieron la vida más personas que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad.
Más una sobre si el fin justifica o no los medios:
Pero ¿cómo habría justificado LeMay los bombardeos incendiarios que pretendía infligir a Japón? Pues habría dicho que formaba parte de la responsabilidad de un líder militar acortar la guerra todo lo posible. La duración de la guerra, y no sus técnicas, era lo que causaba el sufrimiento.
Preocuparse por las vidas de los hombres —y el daño infligido al enemigo— significaba gestionar la guerra del modo más implacable, concluyente y devastador posible. Porque si, actuando de la forma más implacable, concluyente y devastadora, acortabas dos años de guerra en uno solo, ¿no conseguías acaso el resultado más deseable?
Satán tienta a Jesús ofreciéndole el dominio de las cosas que ve —la oportunidad de vencer al Imperio romano-, siempre y cuando acepte, como dijo un teólogo, «la tentación de hacer el mal para obtener el bien; justificar la legitimidad de los medios por la grandeza del resultado».
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