Esta semana estaba escuchando un capítulo del pódcast de Lenny, en el que hablan personas que están relacionadas al mundo de producto en empresas tecnológicas.
En dicho capítulo, el entrevistado destacaba la importancia de pedir lo que uno quiere. Que uno debe pedir a pesar de recibir un no. A pesar de que sea incluso muy probable que uno reciba una negativa por respuesta.
Con esto me quedé pensando, ¿pido lo que quiero?
¿Está bien pedir?
Hoy existen muchas cosas fascinantes. Diversos avances en las distintas ciencias, pero algo que no existe todavía es la capacidad de leer los pensamientos ajenos. Podemos intuir, prever, anticipar el pensamiento de alguien muy cercano y a veces le achuntaremos.
Pero definitivamente no sabemos leer mentes.
Esta pequeña definición tiene la enorme consecuencia de que nadie sabe con certeza lo que quieres. Podrán intentar adivinarlo, podrán proyectar sus propias ideas de lo que quieres, podrán insistir en que quieras algo que ellos querrían en tu situación. Pero nunca sabrán lo que quieres.
Salvo que se los digas.
¿Miedo, vergüenza o comodidad?
Parece una perogrullada decir “pide lo que quieres”, pero creo que ya sea por miedo, por vergüenza o por comodidad, no pedimos directamente lo que queremos.
No tengo miedo de la respuesta a una petición porque soy un férreo defensor de la idea de que “en pedir no hay engaño” o que “no se pierde nada por preguntar”. Literalmente no pasa nada con que te digan que no.
Es más, dependiendo del contexto puede ser una muy buena respuesta para dejar de insistir en una idea o recibir retroalimentación en una propuesta comercial (un no, significa que hay algo poco atractivo de tu oferta).
Por otro lado, vergüenza te podría dar el decirle en el colegio a alguien que te gustaba o cosas por el estilo. Mirando de cerca, declararse (que no necesariamente involucraba pedir algo) es lo que da vergüenza. Exponer algo secreto a otro, con el riesgo de salir herido. No la pregunta de pedir que salieran o lo que fuese, porque llegados a ese punto la pregunta es nada comparado con el llegar hasta ahí.
A mi me pasa mucho sobre todo lo de no preguntar por comodidad. Pienso que pedir algo es de alguna forma incomodar a otro o implica que tengas una conversación que no quieres tener o algún tipo de desenlace que querrías evitar.
¿Por qué lo querrías evitar? Para no hacerte problemas.
Ejemplo: supón que sueles ir al baño un par de veces durante un vuelo. ¿Preferirías tener un asiento en ventana o pasillo?
Yo suelo preferir pasillo para que si me dan ganas de ir, pueda levantarme cuando vea que están desocupado e ir sin molestar a nadie. Esta decisión siempre la encontré lógica.
Hace años en una conversación aleatoria salió este tema y un amigo me dijo: “Yo prefiero ventana, porque no me importa molestar a otro al ir al baño si eso es normal dentro de un avión. Prefiero que no me molesten a mí si voy durmiendo y quieren los otros ir al baño”.
Boom. Buen argumento, ¿es inmoral? Para nada, solo que da vuelta la ecuación de molestar o no molestar. Te pone en primer lugar en vez de dejarte en segundo. Porque mi respuesta inicial incluía la posibilidad de que alguien quiera ir al baño y por yo estar en el pasillo, tener que levantarme para que pase y luego pararme una segunda vez para que se vuelva a sentar.
¿Y tú?
Lo importante de estas reflexiones es tomarse unos minutos a la semana a ver con otros ojos las mismas situaciones cotidianas para repensarlas. Por eso me gusta escribirlas pensando en eso que me quedó dando vueltas.
Veo que tengo algunos casos en los que debo ser más directo en pedir lo que quiero, total, a lo más me dicen que no.
¿En cuántos otros escenarios estamos prefiriendo el pasillo a la ventana para no incomodar a nuestras parejas, familias, amigos, colegas, jefes, vecinos, etc.?
Libro de la semana
📖 Título: El amor de los hombres solos
✍🏻 Autor: Victor Heringer
✏️ Páginas: 170
📚 Editorial: Hueders
Una novela en la que un hombre recuerda su infancia, su primer amor, su grupo de amigos, su familia y un evento especialmente traumático.
El primer amor. La separación abrupta y no poder (¿querer?) seguir adelante. Volver al pueblo donde nació para morir ahí también.
Otros temas tangenciales: la participación del papá en la dictadura, la separación de sus papás, la madurez de su hermana, la crianza entre mujeres, el estereotipo de las personas y la religión, pero solo adornan el fondo de una obra que apunta a la soledad de los hombres.
Las reflexiones que más me gustaron tenían relación con el amor y el odio. Se cuestiona de dónde viene el odio, esa pulsión asesina del ser humano:
“El hombre puro es solo eso, un animal tan inteligente como para inventar el cuchillo y su conclusión más obvia: el asesinato. Los corruptos son los que escriben las leyes, porque ellos inventaron el crimen. (…) Inventaron mil tipos de castración para frenar nuestra hambre de carroña. Hoy un buitre es más hombre que un hombre: ciudadano, funcionario, eunuco.”