Parto por pedirte perdón por cortar la comunicación de pronto. Simplemente aproveché los momentos que tuve en Santiago/Viña con mis seres queridos, antes de volver a Valdivia.
Otra forma de verlo es que no le dediqué un espacio a escribir estas últimas semanas, lo cual también es cierto.
Es cierto también que junto con parar de escribir, paré de hacer deporte, de comer sano, de todas las rutinas y hábitos que creí haber incorporado a mi vida porque los hacía sin pensarlos.
Estuve pensando qué me pasaba con eso y en general, de las veces en que sabemos que tenemos que hacer algo, pero no lo hacemos.
Porqué lo que te comenté arriba me tiene cabizbajo por haber perdido la inercia, pero con la certeza de que sólo falta empezar.
Tal como esta columna.
Uno de los grandes pilares de la filosofía estoica es hacer y preocuparte de aquellas cosas que están a tu alcance. Dicho alcance no es más que lo que tú piensas o puedes hacer directamente.
¿Qué cosa hacer o qué pensar? Pues lo correcto.
Suena simple, pero es difícil hacer siempre lo que sabes que debes hacer. Por ejemplo el viernes pasado estaba mi hermano acá en Valdivia e iba a ir con él al gimnasio antes de trabajar, pero:
Historia Real 1: No alcanzo porque tengo reunión temprano.
Historia Real 2: Si me levanto y dejo de girar en la cama, apretando “aplazar” en la alarma del teléfono, alcanzo.
No fue un error que escribiese “Historia Real 1 y 2”, porque en estricto rigor no es que no hagamos nada más, es que escogemos muchas veces la vía de menor resistencia o menos costosa para nosotros (tiempo, esfuerzo, plata, etc.).
Si bien ese es un ejemplo aleatorio, en verdad uno por lo general sabe lo que tiene que estar haciendo en un momento dado: sacar la basura, hacer la presentación que tienes para el viernes, regar el patio, ir a comprar la ampolleta, tomar la hora para verte los lunares, etc.
Procrastinar, es la palabra que describe certeramente el eterno aplazar de responsabilidades, que al igual que la alarma del celular, nos da un breve descanso antes de volver a sonar.
Aquello que tenemos que hacer queda ahí, apretándose con otras cosas hasta que inevitablemente terminamos a contrarreloj realizándolo.
De hecho existe la “Ley de Parkinson”, que aunque nace de una broma es bastante acertada:
El trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine.
En el ensayo en que plantea la ley, Cyril Parkinson cuenta una historia sobre una mujer cuya única tarea diaria era enviar una postal. Como tiene todo el día para hacerlo, dedica 60 minutos a buscar la tarjeta, 30 minutos a buscar sus lentes, 90 minutos a escribir la tarjeta, y así sucesivamente hasta que ocupa todo el día. Con esa historia explica cómo el trabajo se expande hasta ocupar todo el tiempo asignado.
Es posible que esa presentación que tienes que hacer para el viernes, la hagas el jueves en la tarde cuando el tiempo se ha apretado lo suficiente como para que no tengas más opción que hacerla ahí.
Da lo mismo que tengas toda la semana libre sólo para hacerla: el jueves llegará y verás una presentación en blanco que debes llenar.
Gente que ya se ha pegado el alcachofazo, ha diseñado algunas herramientas como por ejemplo el manejo de la agenda a través de bloques de tiempo, para enfrentar esta fuerza invisible de procrastinación.
Esa técnica reniega las listas de pendientes infinitas, llenas de buenas intenciones que puedes tener en tu aplicación favorita o anotada en tu linda libreta Moleskine.
Esas listas de pendientes no toman en cuenta:
Que el día tiene 24 horas.
Muchas de esas horas ya las tienes agendadas, por ejemplo para dormir.
A pesar de que existen formas de marcar prioridades, por lo general dichas prioridades varían dentro de los meses, semanas e incluso dentro del día.
De ahí que quienes proponen agendar bloques en la agenda, en tu calendario, para que cada acción pendiente tenga su espacio definido (no infinito) para hacerla.
Así la presentación del viernes, te la agendas hacer el martes de 11:00 a 12:00 y le sumas que se la enviarás a quien corresponda para que la mire y te dé comentarios al respecto para corregirlos el miércoles entre 16:00 y 16:30.
Lo interesante es que el resto de los bloques tienen también sus propias acciones tipo reuniones, llamar para tomar una hora al doctor, pagar las cuentas, avanzar un módulo del curso de programación, etc.
Entonces ya no son simplemente horas entre el plazo final, sino que tal como dice el dicho de “cada día tiene su afán” pues bien, define qué afanes quieres que tenga ese día.
¿He procrastinado por no haber escrito estas últimas semanas? Sí, porque es algo que me importa y que no avanzó por no haberle dedicado tiempo.
Tengo varias razones por las que escribo este blog: para aprender a redactar mejor mis ideas, condensar conceptos, todo mientras hago una suerte de “journaling” o “escribir un diario” de alguna cosa que haya pensado en la semana y aprovecho de ir mezclando temas, recopilando links, etc. Pero si lo resumo en una es simplemente escribir mejor.
¿Cómo voy a escribir mejor si no me doy el tiempo para escribir? Ya casi ha pasado un año desde el primer post:
“¿Por qué no?” (dar lo mejor)
Escribir esto pos 18 de septiembre, tras casi tres cuartas partes del año pasadas a la historia, me deja un sabor a fracaso en la boca. Esto porque si bien no es que tuviera claro que lo quisiera hacer a principio de año, el hacer un producto creativo (muy probablemente escritura) fue una idea que germinó hace tiempo: tuve la suerte de escr…
Ya voy terminando éste.
Y efectivamente estoy 35 posts más cerca de escribir mejor.
Recursos:
Artículo: Hacer gran trabajo, en Paul Graham (en inglés)
Artículo: Ley de Parkinson: consejos para combatirla y aumentar la productividad, en Asana
A no martirizarse por no haber cumplido. Menos “por qué”, más “y ahora qué”