Hoy ante la pregunta de mi suegro de “¿por qué un conejo ha de repartir huevos?”, obviamente que tenía que buscar de dónde venía esa relación tan estrafalaria1.
La tradición del conejo de Pascua proviene de la antigua celebración pagana de la primavera en la que se veneraba a la diosa de la fertilidad, Eostre. El conejo era un símbolo de fertilidad y abundancia en esta festividad, ya que se sabe que los conejos son animales muy prolíficos.
Por otro lado, los huevos de Pascua simbolizan la vida, la renovación y la resurrección, y están relacionados con la celebración cristiana de la Resurrección de Jesús. Los huevos decorados y pintados se han utilizado durante siglos como regalos de Pascua, y la costumbre de esconderlos y buscarlos en el jardín o la casa se ha convertido en una actividad popular para los niños durante las celebraciones de Pascua.
Sin embargo, antes de esa búsqueda los niños debían de portarse bien. Similar a lo que sucede con el Viejo Pascuero, como niño tengo un incentivo para portarme bien y que me lleguen más regalos.
¿Qué pasa si me porté mal? ¿Qué pasa si hice algo irremediablemente malo? ¿Hasta cuándo tengo para portarme bien? ¿Puedo portarme mal hasta cierta fecha y recibir igual los regalos? ¿Qué tan bien me tengo que portar? ¿Dos bien borran un mal?
¿Estamos enseñándole a los niños a portarse bien por un premio y no porque sí? ¿Qué pasará después con ese niño en su trabajo? ¿Qué pasará cuando hacerlo bien es el mínimo esperable y no algo que se premia?
Todos los días nos enfrentamos a decisiones. Algunas evidentes como elegir la puerta A y la puerta B. Otras van acopladas a un comportamiento como caminar por éste lado de la cuadra y no por el frente. Los hábitos y costumbres nos cubren la decisión que tomamos de seguir levantándonos a esa hora, tomar las mismas calles hacia el trabajo o pedir el mismo plato para almorzar. Todas esas son decisiones.
Si aceptamos el hecho de que no sabemos todo lo que existe, todo lo que pasa ni todo lo que le ha pasado a la gente a nuestro alrededor, llegamos rápido a la conclusión que de tanto en tanto por muy bien intencionados que seamos, haremos las cosas mal.
¿Aceptamos el hecho de que vamos a hacer daño? No, lo tomamos como una aviso para seguir adelante atento a nuestro entorno.
“No pierdas más tiempo discutiendo lo que debería ser un buen hombre. Sé uno." – Marco Aurelio
El emperador Marco Aurelio en sus meditaciones se recordaba a sí mismo no quedarse pegado en disquisiciones filosóficas y actuar bien de inmediato.
Se recordaba que podemos pasarnos la vida cuestionándonos lo que hacemos, las decisiones que tomamos, si hacer A o B es mejor.
Como te decía en la primera entrada de este blog, lo importante es que hagamos cosas, que intentemos hacerlas tan bien como podamos y con la mejor de nuestras intenciones.
Si eres de los que roba, miente o se aprovecha de su posición para apropiarse de cosas, es posible que creas que eso contribuye a tu bienestar, incluso de manera más inmediata que trabajar meses o decir la verdad.
Ser buena persona puede ayudarte a construir relaciones más significativas, mejorar tu bienestar emocional y darte un sentido de propósito y significado en la vida.
Sin embargo, ser bondadoso no es sólo un acto que repercute en ti. Sino que el ser bondadoso con los demás tiene un efecto mayor en tu propio bienestar.
Un estudio publicado en la revista Personality and Social Psychology Bulletin descubrió que las personas que se dedican a hacer buenas acciones pueden experimentar una mayor satisfacción con su vida y una mayor sensación de propósito y significado.
En otro estudio, los investigadores mostraron que en general los participantes que gastaron dinero en otros, experimentaron una mayor felicidad que los que gastaron dinero en sí mismos.
Es posible que en un ambiente en el que se fomenta mucho el logro individual, hayamos perdido de vista que salir ganador a costa de otros no es realmente salir ganador.
Además crecemos pensando que nuestras buenas acciones siempre han de ser premiadas, nos predisponemos a una vida de frustración al no recibir siempre un premio. Incluso, a veces ni siquiera las gracias.
“Cuando has hecho bien y otro se ha beneficiado de ello ¿por qué como un tonto buscas una tercera cosa encima: el crédito por la buena acción o un favor a cambio?” - Marco Aurelio
Es duro pensarlo así. Hacer cosas sin buscar un aplauso por ellas. Recuerda que Marco Aurelio era emperador, él podría haber buscado perfectamente la “tercera cosa”.
Entendía que era innecesaria, que era irrelevante, que si se dejaba influenciar y actuaba en función de esa tercera cosa era probable que dejara de hacer lo correcto.
Olvídate del regalo, del aplauso, del premio o del ascenso. Todo eso puede llegar igual, pero primero piensa lo que debes hacer y ante una decisión, aquello que según tú es correcto.
Preocúpate de hacer las cosas bien. De hacerle bien a otros.
Un niño antes de Pascua, una niña antes de Navidad o nosotros mismos hoy, siempre tendremos la oportunidad y la opción para actuar mejor.
¿Crees poder hacerlo hoy? Recuerda que no hay premios.
Recursos:
Paper: Las personas felices se vuelven más felices a través de la bondad (en inglés).
Paper: ¿Gastar dinero en otros promueve la felicidad? (en inglés)
Los conejos son mamíferos, no ponen huevos. Tampoco hacen chocolate :)