Llevamos inmersos un par de décadas en la era de internet. Era caracterizada como una de conexión y de cambios.
Conexión de personas, de necesidades con su manera de satisfacerlas, con el pasado para siempre, inmediatez y “ghosting”1, exceso y escasez.
Cambios en la manera que hablamos, trabajamos, nos relacionamos, viajamos, pensamos y usamos nuestro tiempo.
A fines de noviembre se realizó la apertura al público general del “ChatGPT”: una herramienta de inteligencia artificial (IA) que permite a través de texto generar un diálogo bastante “humano” con una máquina y en tiempo real.
Como muchos pudieron probar, es muy impresionante e incluso para los hispanoparlantes puedes hablar en castellano sin problema y recibirás las respuestas en castellano también.
Esto generó una serie de titulares sobre las oportunidad y amenazas de una tecnología así. Algunos alarmistas2 y otros esperanzadores3.
Le he dado vueltas al impacto qué podría tener el consiguiente desarrollo de herramientas como ésta porque por muchas limitantes que tenga hoy la IA, la curva de desarrollo de dicha tecnología es como a Silicon Valley le gusta: exponencial y creciendo hacia la derecha.

En el gráfico de arriba podrás ver que la versión GPT-3 de la IA contenía alrededor de 200.000 millones de parámetros y se lanzó hace 3 años. Hoy la versión GPT-4 que es la que está disponible, tiene 1.000.000 millones de parámetros. Cinco veces más en sólo tres años.
¿Qué significa?
Primero que es una cantidad exorbitante de datos la que fue incorporada al modelo de IA para responder a preguntas de todo tipo. Pero no debemos olvidar que aún teniendo todos esos datos, puede cometer errores o sesgos dependiendo del tipo de información con la que se alimentó el modelo y el tema sobre el que se le pregunte.
Segundo que la proyección es que ese número siga creciendo y abarcando cada vez más parámetros. Realizar la enseñanza de los modelos, es muy caro porque requiere recabar toda esa información para poder alimentar el modelo. Es probable que el alto costo conduzca a una concentración de empresas que entrenarán sus modelos de IA para vender el servicio a otras empresas. Similar a lo que vemos con los servicios de computación en la nube, que tiene como principales proveedores a Amazon, Google, Microsoft, Alibaba e IBM.
Tercero que estamos viendo los inicios de los usos masivos de esta tecnología y todavía le falta mucho desarrollo. Si lo comparamos al desarrollo del internet móvil, sería como el momento cuando pasamos de tener WAP, tecnología que permitía el envío de mensajes multimedia que nadie usó, a 3G. Pudimos hablar por WhatsApp, subir fotos a Instagram y ver el correo.
Da para un post entero el impacto que tuvo pasar de 3G a 4G.
Por eso creo que antes de entrar a hablar del potencial de la IA, creo que es clave que abordemos los sesgos de la información y del rol cumpliríamos como usuarios de distintas IA.
Pero incluso antes de entrar en los sesgos y nuestro rol, primero quiero que entiendas qué es un algoritmo, porque es la base para entender una IA.
¡Oh, algoritmo!
Los algoritmos son una serie de pasos o acciones, que se deben llevar a cabo para lograr un resultado. Están en todos lados porque son algo muy práctico sobre todo cuando quieres realizar acciones repetitivas o que realizas periódicamente.
Es posible que hayas escuchado esta palabra más de una vez en el último tiempo, sobre todo asociado a una suerte de inevitabilidad del algoritmo por sobre tus decisiones.
De hecho en el último par de años ha estado muy en boga la palabra porque TikTok logró lo que hace un par de años parecía imposible y era destronar Meta (Facebook + Instagram + Whatsapp) como la red social más atractiva.
Eso en gran medida gracias al trabajo de su algoritmo que mediante un modelo de aprendizaje automático (Machine Learning), logra aprender rápidamente tus intereses y te da un sinnúmero de videos que verás sin saber que querías verlos.
El ejemplo clásico para los cursos de programación, es el de la guía de teléfonos (tan clásico que ya no existen las guías). Si tuvieras que buscar al famoso Juan Pérez en la guía, puedes:
Abrir la guía de teléfono.
Leer desde la letra A, uno por uno todos los nombres que están en orden alfabético, hasta que encuentres los Pérez y luego los Juanes dentro de los Pérez.
Eso lograría el resultado de encontrar a Juan Pérez en la guía, pero debes estar pensando “para qué hacer eso si puedo ir directo a la P y ahorro un montón de tiempo”. Te ganaste un premio, probemos este otro algoritmo:
Abrir la guía en aproximadamente la mitad.
Revisar si la “P” está en esa hoja, antes o después.
Si es antes, tomar las hojas anteriores, volver a abrirlas en la mitad y volver al paso 2.
Si es después, tomar las hojas posteriores, volver a abrirlas en la mitad y volver al paso 2
Si es esa hoja, leer de arriba abajo los nombres hasta encontrarlo.
Si te fijas, es posible que abriendo de a mitades, logres llegar en muchos menos pasos que en el primer algoritmo.
¿Qué tiene que ver esto con TikTok o la IA?
Pues a través de computadores, somos capaces de ingresar los pasos de un algoritmo para que dichos pasos los haga el computador y no nosotros.
Aunque hoy nos rodeen los algoritmos e incluso tengas la capacidad de hacerlos (¿has puesto una alarma en tu celular?), nadie pudo prever la cantidad de aplicaciones prácticas que tendría automatizar pasos.
Es tristemente célebre la declaración del entonces presidente de IBM, Thomas J. Watson:
Creo que hay mercado para unos cinco computadores en el mundo.4
Los problemas han ido escalando, la capacidad de los computadores para resolverlos también, la creatividad humana ha ido arrojándole más problemas a los computadores y así hemos llegado a nuestros días.
Puedes buscar cualquier cosa en una página llamada Google y en una pequeña fracción de un segundo te da cientos de millones de resultados ordenados por la probabilidad de que sean el resultado perfecto para tu búsqueda.
Casi todo lo que una pantalla te “sugiere” o “adivina” es razonable pensar que exista un algoritmo por detrás que cruza la información relevante para acertarle y en principio, hacer tu vida más fácil.
¿Entonces es bueno o malo “el algoritmo”?
Más allá de tomar una posición moralista, en este caso, veo claramente que va a depender mucho del usuario del algoritmo. Un martillo es sólo una herramienta, al igual que un cuchillo para cortar verduras. Hasta que ambos son manipulados por un sociópata.
Para serte franco, yo prefiero que Instagram sepa que por ejemplo me gusta leer y me sugiera libros. Que si busco un video de “Mejores juegos de Nintendo Switch” en YouTube, luego me muestre otros similares cuando vuelva a ingresar.
Soy consciente también que buscar libros o juegos de Nintendo es muy distinto a querer informarme sobre política y que si quiero hacerlo, tengo que hacer búsquedas diferentes, forzando que me salgan posturas contrarias o menos extremas.
En ese punto en particular, se habla de la cueva de conejos como Alicia en el País de las Maravillas: si encuentras que un video que dice X cosa, es posible que el siguiente diga X2, luego X3, hasta que llega un punto en el que crees que estás siguiendo un gran argumento compuesto por todos esos videos, pero terminas consumiendo información falsa y dejas de ser capaz de diferenciar lo real de lo falso.
Crees más en el algoritmo que en tu criterio. Pero recuerda que el algoritmo, alguien lo creó, entonces es como decir que confías en alguien que no conoces más que en ti.
Lo mismo pienso sobre la gente que se siente a merced de los anuncios publicitarios, ¿en verdad no pueden resistir comprar el par de calcetines que los persiguen por internet? ¿son así de irresistibles las ofertas?
Jorge Drexler, músico uruguayo que suele tener música con letras profundas, en su último álbum incluyó una canción llamada “¡Oh, Algoritmo!”:
¿Quién quiere que yo quiera lo que creo que quiero? x6
Dime qué debo cantar
Oh, algoritmo
Sé que lo sabes mejor
Incluso que yo mismo
¿Crees que los algoritmos saben más que tú?
La próxima semana ahondaré en qué es la Inteligencia Artificial, pero te adelanto una respuesta “artificial” a la pregunta de arriba:
Describe la práctica de cesar toda comunicación con una persona sin ninguna advertencia o justificación aparente e ignorar cualquier intento de comunicación realizado por dicha persona.