Estaré modificando la reflexión semanal a una que sea gatillada por el libro que esté leyendo esa semana, para unir la escritura con la lectura. ¡Gracias por leer!
Estoy leyendo un libro que trata de Vitória, una mujer Angoleña que busca a su madre, que la abandonó con sus abuelos a los pocos meses de haber nacido por estar participando activamente en al Guerra Civil Angoleña.
En medio del libro una de las ex compañeras guerrilleras de la madre:
Cuenta que en los primeros combates no se cree en la truculencia de la guerra. Se vive de la utopía, del sueño: hasta que se tiene que matar para no ser muerto. En la guerra, matar no es suficiente; es masacrar, torturar, mutilar y violar.
— Aquí en el altiplano central, el diablo se adueñó de la tierra. Le dimos mucho ongongo. No importaba quién estaba frente al cañón del arma. Era disparar en todas las direcciones y matar — mamá Ju se tapa los ojos lamentándose—. La guerra es un gran hechizo. Quedamos todos ciegos.
(…)
— Personas que tú conocías, de repente, se volvieron demonios — se lamenta.
Luego tomándonos una cerveza con un grupo de amigos, aprovechando las lindas y extendidas tardes valdivianas, conversamos sobre lo temible que es que exista gente en la calle que pasan desapercibidos, pero son potencialmente un peligro, una suerte de psicópata o sociópata.
Pregunté si esas personas no deberían ir a terapia. La respuesta de una amiga psiquiatra, es que no hay que confundir las enfermedades mentales con ser malo. “Tener un desequilibrio no implica ser malo”.
Una aclaración importante, porque quien comete fechorías adrede, no es que tenga algún tipo de enfermedad mental. Por supuesto que también existen personas que lo hacen derivado de una enfermedad y por lo mismo cuando se sospecha que pueda haber estado por ejemplo con un brote de esquizofrenia, se le realiza un diagnóstico profundo para evaluar esa hipótesis. A pesar de eso, si la persona sabía que tenía esquizofrenia y no se está controlando, sigue siendo culpable de sus fechorías.1
Lo que me llamó la atención es que sin querer había confundido que aquel que es “malo” era necesariamente una persona con una enfermedad. Pequé de inocente, al asumir que la gente siempre hace cosas buenas salvo que esté enferma.
Evidentemente algunas personas que han sufrido experiencias traumáticas, maltrato, abuso, guerras, exilios, etc., cometen delitos porque es “lo que aprendieron”, como “venganza” o incluso por falta de educación como el tristemente célebre Chacal de Nahueltoro, pero eso no las exculpa.
De ahí que me gustaría que pensemos qué significa ser malo y cómo nos afecta.
La ley y la moral
Podríamos definir como piso que quien quiebra la ley es malo. ¿Por qué? Porque la ley es el resultado de acuerdos que determinan cómo debemos comportarnos dentro de una sociedad en particular.
Entonces cuando decimos que la pena por lo que conocemos como robo hormiga (hurto de hasta media UTM), es entre 1 y 4 UTM, es que entre todos, representados por el poder legislativo, creemos que es correcto que sea juzgado el acto de hurtar cosas como un pack de cervezas del supermercado.
Si subimos un nivel en la definición, nos encontramos con que todos nosotros contamos con una brújula moral que nos orienta encima de la ley. Siguiendo el ejemplo, aunque elimináramos la pena del robo hormiga, yo no saldría caminando de un local con un pack de cervezas porque creo que es malo hacerlo.
Lo que tiene de curiosa la moral es que es una convención, inventada también por las personas como las leyes, pero que no la comparte una sociedad. Sino que cada individuo tiene su propia brújula, que probablemente comparte con un grupo de personas cercanas como la familia, amigos y/o iglesia.
De ahí que podremos encontrar gente que cree en “hay que dar hasta que duela”, “que la libertad es lo más importante”, “hay que estudiar matemáticas porque el resto no sirve”, “ojo por ojo, diente por diente”, etc.
En algunos casos la diferencia es sutil. Supongamos que una persona busca pelear y empuja a otra persona. Dos personas toman la misma decisión de esquivar la provocación, pero por motivos distintos. Uno “pone la otra mejilla” y otro piensa en Séneca “es una persona mezquina y lamentable quien muerde de vuelta cuando ha sido mordido”.
Impacto en el día a día
Quizás una de las cosas que más debería preocuparnos como individuos es saber cuál es nuestra brújula moral y si nos damos cuenta de que nuestras decisiones son el resultado subconsciente de ella.
Por eso al entender que nuestras acciones están subconscientemente orientadas con nuestra brújula, puede uno cuestionarse la brújula, estudiar y estar satisfecho con las decisiones que uno toma.
Por ejemplo, si creo que el auto de la empresa que me pasan para hacer rutas, también lo puedo usar para pasear el fin de semana, porque “me explotan”, de alguna manera creo en el “ojo por ojo”. También si me tomo vacaciones que quedaron mal anotadas en el servicio público, pero me reconforto porque “me deben tantas cosas, que es por su culpa”, sería como el equivalente de relación tóxica con tu empleador.
El tema es que no solo las acciones afectan un ente ficticio como una empresa o el Estado, sino que puede afectar personas.
Por ejemplo, cuando adelantamos por la berma cuando hay mucho tráfico, estamos insinuando que es más importante que nosotros lleguemos a tiempo que el resto; cuando no botamos los papeles en el basurero más cercano cuando estamos en un restorán, creemos que como es trabajo de otro hacerlo, no lo debería hacer; cuando alguien le dice a otro que “por algo te estoy pagando”, probablemente piensa que solo por el hecho de pagar puede pasar a llevar al otro, porque importa más el dinero que la decencia.
Para mí es esto lo que impide que un ser humano viva satisfecho. Tomar decisiones porque otro lo define, porque el vecino, porque los papás, porque… hace que uno vaya actuando y decidiendo sin estar necesariamente alineado a su propia visión de mundo. Eso causa una incomodidad porque literalmente es no tomar la decisión que lo más profundo de ti quiere tomar por algo externo.
Sin ánimos de insinuar un constructo moral particular, porque es propio de cada uno, es válido argumentar que cualquiera sea que tengas, idealmente que incorpore alguna lógica de bien común o bien en sociedad o amar al prójimo.
Cada acción mala que alguien comete porque quiebra la ley, debe ser primero demostrada ante un tribunal competente y sólo ahí se puede exigir una reparación. Como demostrar algo ante un tribunal, suele ser complicado, muchos delitos menores (incluso algunos mayores) no se persiguen y quedan impunes.
Esa impunidad, siembra incertidumbre, miedo, temor en el resto y provoca en definitiva, que la confianza en el otro, el desconocido, se pierda poco a poco. Me parece que esto, más allá del efecto directo que tenga la mala persona, es lo más grave de que exista gente que actúa así.
Por eso, para darle un soporte extra a la ley, una buena base valórica o moral, pueden ayudar a que las cosas malas no sucedan. Que no ocurra que robo porque nadie me va a pillar o que miento porque a mí me han mentido, menos que caigamos en rentabilizar la ilegalidad: calcular si la multa es menor que el beneficio de quebrar la ley.
Lo malo también es parte de la vida
Tras pensar todo esto, me enteré que el Café Última Frontera en Valdivia, fue incendiado la madrugada del sábado por una persona que había increpado a clientes y trabajadores del local horas antes, amenazando con quemar el local, cosa que al parecer habría hecho y por lo mismo ahora está detenido.
En las redes sociales se pueden ver las muestras de apoyo de internautas y otros locales de Valdivia, esperando que pronto se recuperen y con lamentos por la pérdida de un local con “25 años de historia”.
Ante esto, me acordé que hace poco leí una frase de Marco Aurelio:
Todos cooperamos al cumplimiento de un mismo fin; los unos a sabiendas, inteligentemente; los otros sin entenderlo. (…) Cada uno coadyuva a su manera, hasta el que, por añadidura, critica y el que intenta contrarrestar y destruir lo que se hace. Aun de éste necesita el universo.
Si el emperador del imperio, capaz de juzgar a dedo a quien quisiera, era capaz de ver en aquellos que “contrarrestan y destruyen” que los “necesita el universo”, pensé ¿Qué oportunidades se abrirán ahora que se incendio todo el inmueble? ¿Cómo será el nuevo local? ¿Qué otras nuevas historias se escribirán los siguientes 25 años?
El cliché de “no hay mal que por bien no venga” me imagino que apunta a esta lógica de que a pesar de que haya sucedido algo tan terrible, el ser humano empujará por reconstruir, reparar, reevaluar y estar bien de nuevo.
¿De dónde viene tu conjunto de valores? ¿Han cambiado en el tiempo?
Libro de la semana
📖 Título: Esa Chica Buena Onda
✍🏻 Autora: Yara Nakahanda Monteiro
✏️ Páginas: 229
📚 Editorial: Elefanta Editorial
Una novela escrita por una escritora luso-angoleña. Cuenta la historia de Vitória, que vuelve a su Angola natal a buscar a su madre, que tras entregarla a sus abuelos para que la criaran nunca había vuelto a buscarla.
La escritora en sus propias palabras: “es tataranieta de la esclavitud, bisnieta de los matrimonios interraciales, nieta de la independencia e hija de la diáspora.”
Todo eso lo leemos en la novela. Las relaciones familiares, la lógica del mestizaje y la discriminación (que para unos ser mestizo es mejor que negro, pero al llegar a Portugal ser mestizo es peor que blanco), la Guerra civil angoleña (1975-2002) y sus devastadores efectos en la población, las mujeres con sus roles en sociedades machistas y las generaciones involucradas en una guerra que duró 40 años. También la relación que tiene el país con Europa, muy similar a la relación de Chile con España.
Hay mucho dolor en las páginas por los asesinatos y el exilio provocado por la guerra civil. Mucho dolor en las mujeres que aparecen en la obra porque sustentan a la sociedad, pero sufren por la obligación de ser “madre casada” y no mujer a secas.
Por último también hay espacio para el humor y para dar a conocer la cultura local a través de sus tradiciones, fiestas y vocabulario.
Me explican: tienen algunas primas y amigas trabajando en empresas extranjeras, y ellas cuentan todas lo mismo. Muchos de los expatriados se comportan “como si esto fuera ‘Angolandia’”. No respetan la cultura, no respetan a las mujeres, no respetan las reglas.
- Llegan aquí, conducen hablando por teléfono, conducen con alcohol, se tiran sobre las mujeres, echan basura en el suelo. Vaya uno entonces a preguntarles si hacen eso en la tierra de ellos. ¿Por qué lo hacen aquí? Porque aquí nadie les hace nada. No hay consecuencias.
(…) Me cuenta que disfruta de la libertad del caos, de vivir sin muchas reglas. Tiene a las capitales europeas por demasiado previsibles, “una cosa siempre igual que ocurre siempre a sus horas, todas iguales”. Luanda es cruda, dura, pero auténtica.
— En Lisboa, Madrid, París, Londres, está todo hecho. ¿Entiende?
— Explíqueme.
— Está todo allí. Usted tiene que seguir más o menos el manual de instrucciones y tiene la vida cuidada. Aquí no. Todos los días tiene que usar la cabeza, la imaginación. Usted despierta y no logra prever mínimamente cómo va a ser su día (…).
*Este libro lo encuentras en librerías.
Recursos:
Ley Chilena: “Robo hormiga” o ley 494 bis sobre “hurto de hasta media UTM”, Biblioteca del Congreso Nacional
Artículo: Biografía Chacal de Nahueltoro, Wikipedia
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