Rodeado de los efectos del incendio en la zona y los múltiples voluntarios, las variadas iniciativas de recolección y acopio de donaciones, llegué a Viña el jueves.
Mi hermano más chico, que había estado yendo como voluntario a mover escombros y ayudar en general, nos contaba como había sido la jornada de los últimos días. Resumo con que es tremendo el espíritu y la entereza con la que la gente está afrontando esta desgracia y cómo son capaces de valorar que “al menos no perdí a mi familia”.
Pero lo que me llamó la atención es la frase con la que cerró su intervención y se fue a duchar: “cómo puedo estar tranquilo en la casa, tengo que ir a ayudar”.
Esto me llevó a pensar, ¿cuándo está bien ir a ayudar?. Simultáneamente, y suponiendo que pasarán meses antes de una reconstrucción total ¿hasta cuándo ayudar?
¿Cuándo ayudar?
Pareciera fácil distinguir que ante un incendio, un terremoto, un tsunami, etc. se vuelve una suerte de obligación ayudar. En algunos casos, incluso te viene una pulsión interna que te empuja a involucrarte, organizar, ayudar.
Sin embargo, cuando uno ve un familiar o un amigo que creemos necesita ayuda, es justo en esa frase la primera señal de que debemos parar.
Uno debería prestar ayuda sólo cuando alguien te la pide.
Supongo que tú al igual que yo, hemos recibido consejos que no hemos pedido o nos han extendido una mano cuando en verdad estábamos bien donde estábamos.
Yo en general, recibo la oferta de ayuda sin problemas porque si no la necesito, simplemente digo “no te preocupes” o algo por el estilo. Pero como esta reflexión no tiene que ver con “pedir ayuda” sino con “brindar ayuda”, recuerda que a muchas personas les molesta el ofrecimiento.
Sienten un menoscabo a sus habilidades, falta de confianza en que van a lograr hacerlo, u otro tipo de sentimientos que terminan por dejarlos en peor estado que antes de haber recibido la oferta de ayuda.
Por eso es muy importante que entre más conozcamos a las personas, entre más nos involucremos con nuestro entorno (familia, amigos y colegas), podremos trabajar de antemano los puentes de confianza para que nos puedan pedir ayuda sin gatillar estas emociones negativas.
En el caso de catástrofes, pareciera menos claro, pero el llamado oficial es a canalizar la ayuda a través de grupos profesionales de ayuda, como Techo, Desafío Levantemos Chile, Cruz Roja y Bomberos. En todos los casos anteriores, son cuerpos de voluntarios que pasan por un proceso de formación para luego participar de las distintas instancias en las que apoyan a la comunidad.
Es clave que fortalezcamos la lógica de la preparación para ayudar, que el entusiasmo no nos lleve a una situación en la que potencialmente estorbemos en las labores de ayuda.1
¿Hasta cuando ayudar?
Creo importante abordar que ayudar a otro implica dejar de hacer algo para prestarle atención.
Por ende, si lo ayudo sostenidamente dejo de hacer otras cosas por mucho tiempo, para brindar el mismo nivel de ayuda.
Una visión podría ser la que plantea el santo jesuita chileno:
Hay que dar hasta que duela. - San Alberto Hurtado
Bajo mi óptica, uno ayuda a otro porque de partida te importa esa persona por eso estarías a priori dispuesto a dar hasta o aunque, te duela ayudar.
Pero luego si es una ayuda sostenida en el tiempo, ¿cuál es el límite? Es indefinido. Lo es porque cada situación, desde un hijo pidiendo ayuda en las tareas, un hermano pidiendo plata para un emprendimiento, un amigo pidiendo que le ayudes por tercera vez con lo mismo, son distintas.
Cada una de ellas se compone de detalles y diversos niveles de confianza. Sin ir más lejos, aunque yo haya escrito esos ejemplos, a ti te recordarán otras personas y de plano habrás quizás descartado ayudar a tu hermano, pero no así a tu amigo.
Podríamos eso sí, como regla general, dejar de ayudar cuando vemos que la responsabilidad pasa a ser tuya o cuando le creamos una situación cómoda, que impide que busque una mejor solución.
Si quieres ayudar a tu hijo a juntar plata para una rifa, pero terminas haciendo queques y “responsable” de hacerlos mientras él juega, es probable que estés ayudando demás y podrías replantear la ayuda involucrando a tu hijo.
A su vez, si la persona que ayudes confía que te harás cargo y como está cómodo, se olvida de resolver el problema de fondo, también le generaste una ayuda demasiado grande. Lo subsidiaste demasiado y ahora te conviertes en un desalmado si tratas de cortar el subsidio.
Creo que esos podrían ser dos puntos a evitar cruzar cuando uno ayuda sostenidamente a otra persona, para evitar que la ayuda se convierta en un mal.
¿Cuándo debería terminar la ayuda en una catástrofe? La verdad que aquí, creo que la respuesta inmediata ha de tener mucho ayuda del resto de la sociedad que no haya sido afectada, porque una catástrofe suele ser un problema multifactorial y siempre faltarán manos.
Luego, es el gobierno quien debe hacerse cargo de solucionar el problema en el mediano plazo, porque es parte de sus funciones y responsabilidades.
Cuando exactamente ocurre el cambio entre uno y lo otro, también es algo que dependerá de cada caso y la cantidad de afectados.
¿Crees que hay otra otra consideración para decidir ayudar a otra persona?
¿Has ayudado a alguien más de lo necesario? ¿Estás todavía ayudándolo/a? ¿Qué puedes hacer al respecto?
Libro de la semana
📖 Título: MANIAC
✍🏻 Autor: Benjamín Labatut
✏️ Páginas: 391
📚 Editorial: Editorial Anagrama, Colección Narrativas hispánicas
Los seres humanos comunes y corrientes son distintos. No cabe duda que mienten, engañan y conspiran, pero también cooperan, se pueden sacrificar por otros y toman decisiones caprichosas. Los hombres y las mujeres siguen sus instintos. Cometen errores y descuidos o simplemente obedecen a una corazonada. Porque la vida es mucho más que un juego. Su verdadera riqueza y complejidad no puede ser capturada con ecuaciones, sin importar cuán hermosas sean. Los seres humanos no son los perfectos jugadores que von Neumann y yo suponíamos. Pueden ser completamente irracionales, pueden verse sacudidos o dominados por sus sentimientos y sufrir todo tipo de contradicciones. Y aunque esto desencadena el caos ingobernable que vemos a nuestro alrededor, también supone una gran misericordia, un extraño ángel que nos protege de los delirios de la razón.
*Si te interesa comprar el libro, puedes usar uno de estos links que sin costarte más, me aportarán para seguir leyendo y escribiendo:
Te dejo el link para prepararte como voluntario asociado a SENAPRED (Secretaría Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres)