Tras leer el libro que les comento al final de esta columna, estuve pensando que la migración ha estado muy presente a lo largo de la historia de la humanidad.
Recuerdo del colegio las distintas teoría por dónde habría migrado el homo sapiens para poblar el continente americano1. Pero de ahí en adelante, cada pueblo fue empujando sus fronteras. La necesidad de exploración es intrínsecamente humana: por eso ponemos la mano en una estufa prendida a riesgo de quemarnos o mezclamos dos ingredientes que no hemos mezclado antes para ver si combinan cuando los comes.
Más específico, imaginemos por un momento que vivimos en algún pueblo prehistórico, de esos que no tenían aduanas, pasaportes, mapas ni policías. ¿Hasta dónde llegarías caminando? ¿Caminarías sólo hasta dónde pudieras ver el pueblo de vuelta? ¿Seguirías un poco más allá? ¿Qué tal un día de caminata? ¿Dos? ¿Una semana?
Esa curiosidad es el antecedente en la formación de todos los pueblos que conocemos (y desconocemos). Podríamos aventurarnos a pensar que aquellos que creían lo mismo, migraban juntos buscando más comida, mejor clima, etc.
Adelantémonos varios miles de años y hoy la migración es un tema complejo. Particularmente estuve pensando cómo abordar este tema sin caer en panfletos políticos o sin vincular la palabra migración a un sólo impacto de los múltiples que tiene.
Por eso me di una vuelta y pensé, ¿cuál es el problema real de la migración? Creo que el mayor problema es que genera xenofobia. Esa xenofobia nos muestra una cara oscura del ser humano que nos demuestra que quizás no somos ni tan civilizados, ni tan empáticos como nos gusta pensarnos.
¿Qué es la xenofobia? En simple es el miedo irracional (de fobia) al extranjero o a lo extranjero (de xeno). Es indudable que hoy vemos una inexistente xenofobia a “lo” extranjero, pero mucha “al” extranjero.
Las políticas de aranceles bajo, de apertura al comercio internacional y la mayor relación con lo foráneo a través de internet, nos ha hecho vivir rodeados y casi en su totalidad de bienes materiales e inmateriales extranjeros.
Un ejemplo simple de lo anterior en el plano material es la pantalla en la que estás leyendo este blog. Seguro fue ensamblada en otro país y cada componente proviene a su vez de otro puñado de países distinto y a su vez la naviera que lo trajo a Chile es quizás extranjera, etc.
Por otro lado un ejemplo a nivel de bienes inmateriales lo vemos en la inmensa cantidad de restoranes de sushi, de comida china, árabe, india, etc. También en las ideas que consumimos: información en inglés o traducida, escrita o en formato audiovisual.
Nadie (o muy pocos) me imagino que dicen con abierta molestia “pásenme un televisor chileno por favor que estos coreanos no me gustan” o “no me hables de ese filósofo extranjero, háblame de los chilenos”.
Pero cuando pasamos a la segunda parte, a las personas, sí podemos encontrar fácilmente ejemplos de xenofobia en el día a día.
¿Qué es lo que asusta o provoca rechazo en otros? Porque ya vimos que si es un bien material o inmaterial, a grandes rasgos no hay ningún problema. Te puede gustar o no gustar una marca, una comida o una idea, pero no es que te den miedo irracional.
En otras palabras el resultado de las acciones que hacen los extranjeros, los consumimos sin mayor problema. Por ende, queda la posibilidad de que sean las acciones que los llevan al resultado o la persona que hace la acción, la que genera el miedo irracional. Por ejemplo, consumiríamos el sushi, pero nos molestaría la forma de prepararlo o el chef mismo como persona.
En el caso de que el xenófobo rechace la acción, estamos ante un escenario en el que el xenófobo se cierra a aprender una forma distinta de hacer las cosas. Incluso es posible que se pierde la oportunidad de conocer una tradición, una muestra de una cultura distinta. Aquello que los viajeros de todas las edades dicen buscar cuando parten a destinos turísticos de poco descanso y mucha caminata.
En el caso de que el xenófobo rechace a la persona en si misma, estamos ante un escenario de franca discriminación. Se suma a la idea de estar cerrado a nuevas experiencias, el no abrirte a conocer a otros. Es similar a lo que sucede con las apodadas burbujas sociales, en las que las personas no son inclusivas con su entorno y tampoco les interesa serlo. No ven necesidad alguna de interactuar con alguien fuera de su círculo.
Me asombra pensar que esto sea posible. Por supuesto que tenemos que volver sobre la palabra “irracional”, para que de alguna forma haya esperanza de que en verdad no es que las personas xenófobas sean profundamente malvadas y calculadoras, sino irracionalmente arrojadas al rechazo automático de lo foráneo.
Creo que lo que realmente sucede es una confusión de términos. Cuando decimos xenófobo, lo que queremos decir es discriminador. Queremos decir que esa persona le tiene miedo a las diferencias.
Muchas de las “fobias” que escuchamos diariamente edulcoran la realidad: no es un miedo irracional sino un rechazo a lo distinto que los lleva a cometer faltas de respeto, en el mejor de los casos, y homicidios en el peor.
Aprendamos de la larga tradición de migrantes que buscando un lugar mejor, abandonaron la comodidad de lo conocido arriesgándose por la posibilidad de un porvenir mejor.
Quién sabe cuándo podemos ser nosotros los que lleguemos con la mochila al hombro y la esperanza dentro.
Libro de la semana
📖 Título: Allá queda la tierra
✍🏻 Autora: Arianna de Sousa-García
✏️ Páginas: 141
📚 Editorial: Seix Barral Biblioteca Breve, Editorial Planeta
Un ejercicio de memoria y recuerdo. Un libro íntimo y desgarrador. Una carta de una madre a su hijo explicándole porqué viven a miles de kilómetros de su país natal y qué la llevó a dejar su vocación en pausa persiguiendo un mejor porvenir para él.
Arianna nos cuenta la historia de ella (de muchos). Una familia venezolana de clase media que vive el ascenso de Hugo Chávez y luego sus consecuencias, incluido el presidente heredero.
La decisión de abandonar a sus colegas periodistas en la redacción de los últimos periódicos opositores que bregaban contra la maquinaria estatal.
El vuelo a Chile, la fortuna de haberlo tomado a tiempo y no haber tenido que caminar miles de kilómetros solo dos años después.
El frío que los mantiene siempre recordando la tibieza del caribe, pero también la falta de humanidad de quienes nos sentimos vivir en éste, el mejor país. El mejor lo es también porque ayuda a quién lo necesita.
Duelen las páginas, gracias por escribirlo.
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Les dejo el link a la BBC en español por si quieren leer toda las teorías vigentes.