Una de las razones por las que me gusta leer novelas es porque me llevan a situaciones en las que no he estado. A pensar lo difícil, lo feliz, lo triste, lo motivante o lo traumático que puede ser vivir tal o cual experiencia.
Matadero Cinco, la novela estrella del escritor estadounidense Kurt Vonnegut, por ejemplo cuenta el bombardeo de Dresde en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial.
Como bien se cuenta en el libro El Clan de los Bombarderos, los pilotos aliados pasaron filosóficamente de una estrategia que apuntaba a destruir los cuellos de botella para detener toda la industria armamentista alemana y detener la guerra (por ej. las fábricas de rodamientos), a una estrategia de bombardeo indiscriminado y que demoliera las ciudades para mermar la moral de los ciudadanos.
Parece un tema totalmente anacrónico, pero hoy si bien existen pocas zonas del mundo en guerra, no me gustaría ser parte del grupo de las personas que de un día para otro, sin razón más que haber nacido en tal lugar, se ve envuelta en el caos de la guerra.
¿Cómo reaccionamos ante este tipo de situaciones?
La inevitabilidad de las guerras
Cuando lees historia o te la enseñan en el colegio, las guerras se reducen al año de inicio y año de término, países o naciones involucradas, razones del conflicto, contexto político, económico, religioso, cultural y finalmente el resultado con las consecuencias de las guerras.
Entonces creemos que un conflicto como las guerras entre Atenas y Esparta, entre el imperio romano y los persas, entre Inglaterra y Francia, incluso entre el ejército y la armada chilena para la revolución de 1891, son anécdotas.
Como que las guerras son cosas que se viven en el pasado. Que son manifestaciones de la barbarie y no fruto del pensamiento lógico y evolucionado del siglo XXI.
Sin embargo, no veo diferencias sustanciales entre las guerras de ayer con las guerras de hoy. Basta una persona para iniciar una serie de conversaciones, planes, complots, mitines, cabildos, reuniones, que hacen girar la rueda de la historia y nos arrastran a conflictos limítrofes, raciales, económicos o morales.
Como hemos conversado en otras ocasiones, creo que ser malo es barato y además como sólo basta un par de bandidos para crear olas, me parece que es inevitable que sigamos viendo guerras hoy y en el futuro.
Esto hace que me pregunte ¿de qué preocuparnos realmente?
Alcance de tu rancho
La semana pasada vimos que para un estoico es importante distinguir entre lo que está y no está bajo tu control.
En este contexto, una guerra pasa a ser algo que literalmente no puedes controlar salvo que por algún motivo te toque estar en una posición en la que tengas que definir el destino de la vida de tus ciudadanos (no se lo deseo a nadie).
¿Entonces? ¿Quedas a merced del destino? En parte sí, en parte no. Me parece que ante el riesgo inminente de un conflicto armado uno debería al menos cuestionarse qué hacer si sucede. ¿Tienes ahorros? ¿Estás cerca de las zonas de conflicto? ¿Te sumarías a la causa como voluntario o buscarías refugio en algún país vecino?
Mientras leía el libro El hombre que nunca escapó de Auschwitz pensaba, ¿Qué haría si comienzan a restringir mis libertades sólo por ser ateo/chileno o tener el pelo negro? Que no me dejen entrar a parques, a ir a estudiar, a comprar en los supermercados, entrar a cines, etc. Es probable que si es que algo así ocurre, se normalice. Sea “normal” que se discrimine. Sea “normal” el que tal grupo o tal otro no pueda hacer normalmente su vida.
Es como lo que cuenta Arianna en Atrás queda la tierra, en la que por no ser parte del partido gobernante en Venezuela, tu vida comienza a tener cada vez menos opciones, menos vida, menos color.
¿Qué nos queda ante dichos escenarios? Si sólo somos un peón dentro de la historia, se me ocurre tomar prestado un concepto del mundo de las inversiones que se llama “stop loss” (detener las pérdidas).
Si compras una acción digamos en 100, tú puedes fijar un valor de stop loss, por ejemplo en 60. Eso haría que si la acción alcanza ese valor por cualquier motivo, se sale a vender inmediatamente para “detener las pérdidas”.
Supongamos que estás en un país que cada año empeora su situación. Que ves cómo tus ahorros se destruyen por culpa de la inflación rampante o que los servicios de salud o públicos cada vez son de peor calidad e intuyes que ante una emergencia, estarías en pésimas condiciones.
No sabes cuándo cambiará la tendencia. Escuchas que se vienen mejoras. Escuchas que tal o cuál candidato opositor tiene algo de ventaja. Pero lees las noticias y sigues viendo cómo la moneda de tu país se diluye y cómo el pan te cuesta cada vez más.
¿Qué puedes hacer ante una ola tan grande? Probablemente conversar con tu familia un stop loss. Un nivel en el que más allá de lo que digan todos, ejecutarás un plan de salvataje con lo que puedas. Porque todavía hay forma. Porque todavía alcanzas a salir del país, porque todavía tendrás salud o incluso esperanza.
Desdramatizar las decisiones diarias
Por suerte, la mayoría del mundo hoy está en paz. Por ende, más allá de querer deprimirte o que quedes con una nube oscura rondando tu cabeza, al revés, te quiero invitar a desdramatizar el día a día.
¿Hay taco hacia el trabajo? ¿Se te olvidó comprar la cartulina que tenían que llevar tus retoños al colegio? ¿Se te apagó el computador y no grabaste tu avance? ¿Te robaron el celular con las fotos prohibidas? ¿Tu mamá te pidió que fueras a la punta del cerro a ver si llueve?
Me parece que la mayoría de nuestros problemas, se derivan del hecho de que realmente no tenemos otro problema más grande como para darnos cuenta que valen hongo.
Es más, ¿es tan terrible tomar esa decisión que está en tu cabeza? ¿realmente necesitas más datos, más conversaciones, más alternativas? ¿o sólo falta desdramatizar un poco la vida?
Al final, no escogemos muchas cosas al nacer. No decidimos nacer en Chile por sobre Sudán, en cuyo caso probablemente seríamos parte de los 25 millones de personas que dependen de la ayuda humanitaria para sobrevivir.
¿Qué tal si le damos perspectiva a nuestras vidas y detenemos la triste tendencia a la ansiedad, preocupación y estrés?
Como decía la bisabuela de Marti, que llegó a Chile luego de la última guerra mundial, cada vez que pasaba algo malo sin entrar en detalles solamente repetía:
Más se perdió en la guerra.
Libro de la semana
📖 Título: Matadero cinco
✍🏻 Autor: Kurt Vonnegut
✏️ Páginas: 205
📚 Editorial: Blackie Books
Una novela rara. Busqué y al parecer es una “metanovela” porque traspasa la lógica de la novela, narrando cómo un novelista escribe una novela que a su vez lees a partir del segundo capítulo.
Una metanovela pacifista. Un relato absurdo como la guerra. Seguimos a Billy Pilgrim que sin tener ninguna aptitud bélica, termina prisionero de los nazis durante la segunda guerra mundial.
Toda la trama anticipa que el protagonista verá el bombardeo aliado a Dresde. Eso lo sabes porque Kurt Vonnegut vivió eso. Lo sabes porque en el primer capítulo el novelista Yon Yonson es el que vivió eso. Y ambos, Yon, el novelista inventado y Kurt quien lo inventó, dicen que vieron el bombardeo y decidieron escribir algo al respecto.
La novela está llena de reflexiones que sacan sonrisas, una historia que a pesar de que suena rarísima, te atrapa y quieres saber qué pasa.
Una historia que entretiene y te lleva todo el tiempo a pensar que la vida es y punto. “Es lo que hay”, dirá el narrador como 100 veces dentro del libro.
—¿Dónde estoy? — preguntó Billy Pilgrim.
—Atrapado en otra gota de ámbar, señor Pilgrim. Estamos donde debemos estar: a cuatrocientos cincuenta millones de kilómetros de la Tierra rumbo a una distorsión temporal que nos llevará a Tralfámador en horas en vez de en siglos.
—¿Cómo... cómo he llegado a parar aquí?
—Haría falta otro terrícola para explicárselo. Los terrícolas son los que lo explican todo, explican por qué un suceso está estructurado como está y dicen cómo pueden conseguirse o evitarse otros sucesos. Yo soy tralfamadoriano y veo el tiempo como usted podría ver una parte de las Montañas Rocosas. Todo el tiempo es todo el tiempo. No cambia. No se presta a advertencias o explicaciones. Es y ya está.
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Que buen post, se me había pasado.
Desdramatizar la vida o poner en perspectiva. Ponderar bien las cosas.
Gracias
Abrazo