A pesar de llevar cinco años en Siberia preso, tras la conmutación a último minuto de la pena de muerte, Fiódor Dostoievski llevaba una vida miserable. El frío calaba sus huesos, la mugre, el hambre, los demás encarcelados. Todo era un sinfín de sufrimiento que añadía dolor al castigo de la falta de libertad.
A la prisión le siguió la inscripción obligatoria como soldado raso. Su rango previo de subteniente como ingeniero militar había sido eliminado por ser parte del Círculo Petrashevski, acusados de conspirar contra el zar Nicolás I.
Al cabo de un par de años de formar parte del séptimo batallón de línea como soldado raso, decidió saltar la cadena de mando y dirigir una carta al general Totleben, que había sido compañero de su hermano, pidiéndole ayuda para salir del ejército. ¿Fue esa una buena decisión?
Coincidentemente, esta semana conversé con mi hermano acerca de un artículo en el que se desarrolla la idea de que muchas veces usamos la distribución normal para evaluar eventos, o sea buscamos el promedio, versus una distribución de ley potencial, en la que hay pocas cosas que causan mucho impacto.
Otra forma de entenderlo, es que buscamos hacer varias cosas que pensamos que tienen el mismo impacto en vez de buscar primero cuáles tienen el mayor impacto y luego hacer esas.
¿Vale la pena el riesgo de Dostoievski de saltar la cadena de mando o debió de haber enviado cartas a muchas personas buscando apoyo?
Todo es lo mismo
Cuando nos enfrentamos a un desafío cualquiera, queremos armar un proyecto personal o uno profesional, por lo general armamos un listado de los pendientes que son necesarios.
Como siempre hay muchas ideas de cosas por hacer y compulsivamente anotamos todas para que no se nos olvide, terminamos con una ensalada de cosas súper distintas que parecieran ser igualmente importantes:
Cambiar ampolleta de la cocina
Lavar el auto
Planificar vacaciones para ahorrar antes
Correr maratón
Tener reunión con jefe para presentarle proyecto
Agendar reunión de feedback con Juanita
Comprar flores para el cumpleaños
Pintar la reja
Leer un libro al mes
Comprar un departamento
Correr una maratón
Etc.
Si tienen una lista de ese estilo, ¿crees que podrías identificar cuáles de esas son realmente importantes? ¿que si las haces verás un “antes y un después”?
Por que a su vez, existen sub tareas en algunas de ellas:
Si queremos comprar un departamento, anotamos entonces que tenemos que definir un objetivo, revisar el financiamiento, ir a ver algunos, investigar inmobiliarias, revisar precios de arriendos en la zona, etc.
Si queremos correr una maratón, pensamos en ver a cuál meternos que sea en varios meses más (pero no tantos), definir una rutina, definir la alimentación, comprar zapatillas, etc.
Entonces establecer prioridades se vuelve complejo y lleva a que sólo avanzan los incendios, esos que ganan porque se meten a la fuerza en tus prioridades, pero no son necesariamente los que más importan.
Hacer las paces con tus pendientes
Pues bien hay dos ideas que pueden ayudar a discriminar sobre la importancia relativa.
Primero que no todo es igual de importante para ti. Que “pintar la reja” puede ser algo que sería bueno hacer, pero que si realmente no te importa mucho, entonces honestamente nunca la vas a pintar. Esto no es porque no puedas hacerlo. Tampoco porque no puedas pagarlo. Menos porque te gusta ver fea tu reja. Simplemente es porque a la reja siempre le va a ganar otra cosa que te importe más.
La reja por supuesto que puede ser cualquier otra cosa de la lista de arriba o de tu lista. Obvio que si un curado choca la reja y la destruye, pasa a ser prioridad cambiarla porque ya no solo se ve fea, sino que no cumple su función y según qué tan seguro te sientas, puede ser una urgencia repararla y de paso pintarla.
Esto aplica también en el trabajo. Muchos amigos a veces al pasar comentan que les llegan cientos de mails diarios y que simplemente no revisan, priorizando su lectura con distintas reglas como discriminar por remitente o si está dirigido directamente a ellos. Si no lo está, entonces los copiaron a modo de “para tu información”.
Si eso pasa a nivel de mails, es posible que de muchos de ellos se deriven obligaciones o tareas pendientes. Sumarse a una nueva iniciativa, revisar un presupuesto, dar su opinión con respecto al proyecto, referir a alguien para otro cargo o analizar los resultados mensuales.
Cada uno de ellos, a su vez se puede componer de sub tareas que terminan por generar una bolsa de nieve que sólo los que son muy organizados logran atajar a tiempo. Porque lo ven. Ven en sus agendas cómo un proyecto más les bloquea varias horas a la semana que no estaban contempladas al principio.
Por lo mismo te invito a hacer las paces con la idea de que algún día no tendrás “nada más que hacer”. Que en algún momento se acaban los pendientes.
Entonces, dado que no se acaban los pendientes, más vale elegir sabiamente en cuáles dedicar tu tiempo.
El famoso Pareto
Segundo, hay distintas aproximaciones a la planificación. Pero me parece que la idea de usar a la lógica de Pareto es bastante útil para al menos reducir drásticamente las opciones a elegir.
Vilfredo Pareto fue un ingeniero, sociólogo y economista que formuló el “principio de Pareto” en el que plantea que el 80% de los efectos proviene del 20% de las causas. Dicho de otra forma, que pocas cosas son las que tienen el mayor impacto sobre algo.
En las empresas suelen existir datos para respaldar las ideas de Pareto. Que por ejemplo si vendes un millón de pesos al mes, es probable que cerca del 20% de tus clientes sean quienes compran el 80% de ese millón.
Por supuesto, que esa regla es sólo una aproximación. También puede ser que el 5% sea responsable del 50%, el 12% del 81%, el 3% del 45%. El punto es que pocas cosas son las que tienen mayor impacto en el resultado.
Entonces, si queremos correr la maratón y tenemos todo como si fuera lo mismos podemos erróneamente pensar que basta con hacer todo en este orden y listo:
Investigar tecnología de zapatillas
Comprar zapatillas
Definir alimentación
Salir a trotar
Definir rutina semanal
Hacer ejercicio de fuerza
Estaríamos gastando tiempo en investigar zapatillas ¡cuando no hemos salido a correr un kilómetro! ¿Para correr una maratón no tendríamos que partir primero por correr, para ver si en principio nos gustaría seguir corriendo por meses preparando los 42 Km?
Es fácil entusiasmarse con las cosas fáciles de ese listado o de cualquier otro. Tachar el pendiente y sentir que avanzaste, pero realmente no has avanzado nada que tenga impacto real en la maratón.
Te pongo otro ejemplo que vi esta semana en Instagram: si quieres enseñarle a un chimpancé a recitar Shakespeare de memoria sobre un pedestal de madera, ¿por dónde partes?
Es posible que muchos piensen hacer el pedestal porque es más fácil. Entonces ya es un avance. Te felicitarán y podrás mostrar en la reunión de seguimiento que eres un genio porque el proyecto va al día.
Pero claramente, lo que marcará el éxito o fracaso del proyecto no es si puedes hacer el pedestal. Sino que si es posible o no ¡que hagas al chimpancé hablar! Sin eso, da lo mismo lo bonito que haya quedado el pedestal, lo rápido o barato que lo hayas hecho.
En resumen
Como tenemos una infinita cantidad de ideas de cosas que queremos o debemos hacer, hemos de estar en paz con la idea de que nunca las terminaremos todas.
Esto implica que las que sí haremos, deberían ser las que más nos importen.
Dentro del grupo de las que nos importan, hay tareas que o son claves dentro del proyecto o tienen un impacto mucho mayor que el resto en el resultado. Hagamos esas, aunque sean más difíciles o nos asusten más.
Detrás de esa última idea, está la suerte. Cuando buscamos hacer aquellas cosas que tienen un impacto mayor, puede que no sean tan probables. Pero basta con que pasen una vez, como para que el resultado sea brutal.
Basta una buena recomendación, como para que te entrevisten para un trabajo que te encante; basta una última fiesta en la que conocerás a tu futura pareja; basta un cliente que te presenta a tu próximo mayor cliente; basta un contacto en tu red que te lleva a la entrevista clave.
Dostoievski sabía que a pesar de haber estado preso y ser un soldado raso, seguía contando con unos cuantos conocidos en el ejército. Uno de ellos era el general a cargo de su unidad. Era imposible que su superior directo pudiera hacer algo para darlo de baja del servicio activo. En cambio el general sí podía, sólo era improbable.
El servicio militar no es mi especialidad… Mi único sueño es dejar el servicio militar y entrar en el servicio civil… Pero no considero que el servicio sea el objetivo principal de mi vida… Siempre he considerado la vocación de escritor como una vocación muy noble y útil. Estoy convencido de que sólo por ese camino podría ser verdaderamente útil, tal vez podría atraer al menos alguna atención, adquiriría de nuevo un buen nombre y al menos podría asegurarme algo la vida, porque no tengo nada, excepto ciertas, y tal vez muy menores, habilidades literarias.
(…)
Sé que al escribir esta carta he cometido un nuevo delito contra el servicio. ¡Un simple militar que escribe a un general adjunto! Pero usted es magnánimo y me confío a su magnanimidad.1
Tras esa carta, el general lo dio de baja y Fiódor pudo seguir dedicándose a lo que le habría de llevar a la inmortalidad: la literatura.
Libro de la semana
📖 Título: El arte de escuchar
✍🏻 Autora: Julia Cameron
✏️ Páginas: 229
📚 Editorial: Aguilar, Penguin Random House
Julia Cameron es una escritora que es famosa dentro del mundo artístico por su libro llamado “El camino del artista”, en el que condensa su experiencia destrabando la creatividad de múltiples artistas a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Me ha aparecido en múltiples pódcasts, artículos e incluso en los que tratan el tema de la productividad.
Con esos pergaminos este libro prometía ser muy bueno. Quizás por eso, me decepcionó. El libro tiene una estructura de taller y está estructurado para durar “seis semanas” de avances, en el que tras cada par de páginas en las que habla de algún punto, deja una tarea con objetivos concretos.
Pero el libro es también como un diario de vida de Julia. Donde la leemos mirando cómo llueve en su casa, dándole pedazos de salmón a su perro o llamando a cada uno de los incontables amigos para preguntarles cómo afecta la escucha a su práctica artística.
Entonces es como un taller semanal, en el que nos cuenta la historia de cómo escribe el libro, mientras habla con amigos y mientras escucha todo a su alrededor y lo deja como ejemplo.
Me dio la impresión que si quitásemos la narración de cómo va escribiendo el libro, sería 150 páginas más corto. Si restáramos también las primeras 50 que son de introducción y donde resume su famoso libro “El camino del artista”, el libro bien pudo haber sido escrito en 30 páginas.
Aclaro que mi crítica no es a su método ni a sus técnicas.
*Al usar el botón tienes el mismo precio y me apoyas 😁 ¡gracias!
Traducido desde un artículo de “The Marginalian”