La semana pasada estuve en una reunión dos días enteros dedicados a la revisión de los objetivos anuales de cada área del equipo. Al final de cada bloque, había una sección de preguntas.
Por lo general tengo una o dos preguntas. Podría decir que soy una persona preguntona, sin embargo, no creo ser inherentemente preguntón.
¿Cuántas veces te has cuestionado algo en tu día a día? Desde quién inventó el semáforo, qué significan los números del tostador eléctrico, si el insecto amarillo que ronda sobre ti es una abeja o una avispa, etc.
Todos tenemos capacidad de asombro. Esa que reconocemos rápidamente en un niño al ser acribillado por sus mordaces preguntas, preguntas que nos remueven la confianza, que nos devuelven la ignorancia.
Preguntas que a su vez nos activan la amígdala y respondemos a la rápida que el vaso con agua helada transpira, que los relojes funcionan porque tienen pila y que el pasto es verde porque sí.
¿Por qué perdemos la capacidad de formular preguntas, de maravillarnos y a su vez, de aceptar de buena manera nuestra ignorancia? Tengo dos respuestas: queremos certezas y sobrevaloramos lo que sabemos.
Verdades, certezas y puntos de vista
¿Cuántos planetas tiene el sistema solar?
Hace poco más de 300 años, en 1704 se acuña el término “Sistema Solar” para definir el conjunto de cuerpos celestes que orbitan en torno a la estrella que llamamos Sol. Con el pasar del tiempo, los astrónomos fueron descubriendo diferentes aspectos y planetas del sistema solar.
En 1930 descubrieron un nuevo planeta al que llamaron Plutón. Este planeta bien pequeño, era la última pelota de plumavit que tenías que pintar con témpera para completar tu maqueta del sistema solar ¿recuerdas?.
Sin embargo en el año 2006, durante la asamblea general de la Unión Astronómica Internacional, se creó la clasificación de “planeta enano” en el que fue reclasificado el pequeño Plutón.
Ergo, por mucho que te hayas sacado un 7,0 en la famosa maqueta, si respondiste 9 a la pregunta de arriba lamento reprobarte, son 8.
Te das cuenta que a pesar de que los planetas tardan millones de años en formarse y no es común que cambiemos las reglas de “qué es un planeta”, es posible vivir con una verdad desactualizada.
Existen también las verdades que depende del punto de vista. Aquellas verdades que nacen de una narración, de lo que tú o alguien vivió.
Percibimos con nuestros sentidos todo lo que nos rodea, pero usualmente enfocamos nuestra atención a algo en particular. Por ejemplo, ahora tu piel siente toda la ropa que tienes puesta, de hecho la siente todo el día. Si piensas al respecto, sólo “sientes” la ropa cuando te la pones porque estás enfocando tu atención en ese acto.
Así mismo al buscar un lápiz o una tijera sobre el escritorio, pasamos por encima de muchas otras cosas con la vista, pero no notamos todo lo que hay aun cuando tus ojos reciben la misma luz.
¿Crees que quien cuenta algo, dice TODO lo que pasó? Es realista pensar que dirá sólo lo que le llamó la atención.
Por eso existe el concepto de “punto de vista” y es distinto para cada persona en particular. Imagina las respuestas dispares de todos los asistentes de un concierto al consultarles “¿qué te pareció?.
A pesar de todo lo que te acabo de decir, a mí me gusta buscar la verdad; aunque creo que la manera correcta de hacerlo es retroalimentando cada cierto tiempo lo que sabes.
Escuchando, leyendo, viendo, conversando, preguntando. No por osmosis. No creyendo que ya sé todo. Claro que como no puedes aprender todo y estar atento a todos los posibles cambios, enfócate en aquellas cosas que realmente te importan o necesitas para algo en el corto plazo.
Esta recomendación aplica sobre todo si te ofrecen invertir en quesos mágicos.
¿Saber = Ego?
Ésta ecuación está errada. El saber genera un profundo sentimiento de humildad. Ya lo dijo Sócrates: sólo sé que nada sé.
¿Recuerdas que hace un tiempo hablamos del efecto Dunning-Kruger?
Si por un lado hay muchas cosas que no sé, y otras que no sé que no sé, entonces casi por definición, en muchos temas y actividades estoy en la cima de la incompetencia.
Cuando no sabemos, sentimos confianza al subestimar lo difícil que es algo. Por ejemplo creemos que jugar pádel es pasar la pelota por encima de la red. Apenas alguien nos cuenta sobre la bandeja, la víbora y el remate por tres, vemos una final del WTPTour o nos metemos a clases, nos da vértigo lo poco que sabemos.
Hay una frase de Epicteto que sumada a lo anterior, es muy evidente: “Tenemos dos orejas y una boca, para escuchar el doble de lo que decimos”.
Me encanta la frase porque es tan evidente, incluso podríamos recordarla todos los días al mirarnos el rostro en el espejo. Escucha para que aumentes tu humildad y disminuyas el ego que evita que aprendas.
Entonces, ¿el ego hace que perdamos la capacidad de asombro? En parte, pero también porque esa falsa sensación de seguridad de la ignorancia nos hace sentir miedo. Miedo al ridículo, miedo al “qué dirán”, miedo incluso a enfrentarnos a nuestra propia ignorancia.
Recuerdo que al final del primer día de reunión, pregunté un par de cosas, pero una de las preguntas no la formulé bien y fue bastante enredada. Cuando iba de vuelta caminando al departamento, me puse a pensar en lo mala que había sido y pensé, aunque traté de evitarlo, en qué estarían pensando mis colegas de mí.
Justo en esa caminata iba escuchando un podcast y al final del mismo, el anfitrión le preguntó a su invitado cuál era su frase favorita, a lo que éste respondió:
Dejarás de preocuparte tanto de lo que la gente piense de ti, cuando te des cuenta lo poco que lo hacen - David Foster Wallace
Acto seguido, pensé que en realidad si es que notaron que era enredada mi pregunta (que lo era), no fue realmente importante para nadie más que para mí.
En ese momento noté que aún cuando crea que no pienso en lo que otros piensen de mí o mis preguntas, inevitablemente la vergüenza de sonar estúpido puede cohibirme si no estoy atento a restarle importancia.
Gracias a pensarlo, al dia siguiente volví a preguntar forzándome a no pensar en si alguien se acordaría o no de mi enredo del día anterior.
Viva la ignorancia
Estoy seguro que si logramos tener presente que la curiosidad es algo que nos ayuda mucho más que tener una certeza añeja o incluso mucho más que cualquier cosa que otro piense de nosotros, podremos dar rienda suelta a perseguir intereses diversos y gratificantes.
Gratificantes para ti, porque fueron tus dudas e inquietudes las que te llevaron a explorar esos intereses.
¿Preguntas en seminarios, clases o YouTube en vivo? ¿Por qué crees que no lo haces más a menudo? ¿Te falta exponerte a temas que te atraigan más?
Intenta esta semana buscar alguna charla gratuita en LinkedIn, Facebook o donde prefieras, sobre algún tema del que no sepas nada. Espero te revigorice la ignorancia.
Próxima vez que un niño te sorprenda con alguna pregunta de esas que dejamos de hacernos, tómate unos segundos y considera responder “¿lo buscamos juntos?”.
BRAVO !!! Me encantó 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻