Hace algunas semanas, leí una columna de Carlos Peña que planteaba que hay que “Hay que distinguir entre el autor del texto, por una parte, del sujeto biográfico, por la otra.”
Lo que me llevó a pensar hasta dónde o en qué temas uno puede separar al autor y su biografía, de la obra que produjo o el éxito que alcanzó.
Existen muchos casos de escritores, artistas, actores, deportistas, políticos, empresarios, abogados, y un eterno etcétera de profesiones y actividades, en las que una persona se destaca, pero luego se descubre su lado B: drogadicción, violencia doméstica, #metoo, frases lamentables en Twitter, doping, etc. Lado que por lo demás casi siempre existe, ya que la templanza y la quietud son virtudes que requieren una vida de esfuerzo consciente y constante. Un desliz podría bastar para derrumbar una vida intachable.
Hoy es habitual encontrar linchamientos públicos (funas) en que una masa de gente emite un juicio antes de que existe una condena legal sobre eso. También estamos inmersos en la sociedad que toma partidos con respecto a un evento, frase, historia, anécdota, publicación en redes sociales y/o tweet antiguo.
Ni hablar que todo eso pueden ser fake news, pero al final del día, la gran masa hace un juicio y no todos cuentan con uno público, televisado y comentado como el de Johny Deep y Amber Heard que permita desplegar todos los matices del caso (en éste, perturbadores).
Algunos ejemplos de obras valiosas con biografías discutidas:
Pablo Neruda, sabes que es premio Nobel, pero quizás no sabes que tuvo una hija que abandonó llamada Malva.
Martin Heidegger, uno de los filósofos más importantes del siglo XX, que escribió Ser y Tiempo generando una suerte de fisura “a la Einstein” dentro de la filosofía, validó mientras fue rector de una universidad el nazismo.
Tiger Woods, considerado uno de los mejores golfistas de todos los tiempos, el 2009 tras destaparse varias relaciones extramaritales chocó cerca de su sector de residencia, ocasionando un retiro anticipado del Golf y el cese de contrato por parte de sus auspiciadores.
Marco Aurelio, el emperador filósofo, cuyo libro de Meditaciones tiene una cantidad de sabiduría tremenda; que en medio de una pandemia que le tocó liderar, no salió de Roma hacia el campo como los senadores; que supo perdonar a un general que hizo un levantamiento armado para derrocarlo; que vendió los muebles del palacio imperial para pagar las deudas del fisco romano; no hizo mucho para evitar los juegos en el coliseo para castigar a los cristianos ni tampoco, para abolir la esclavitud, muy presente en su época.
Michael Jordan, aclamado por muchos como el mejor basquetbolista de la historia, todos sus logros en la cancha y sus 6 campeonatos de la NBA, son ensombrecidos cuando se mira lo mal que trataba a sus compañeros de equipo, entrenadores, competencia y en general, a cualquiera que se le cruzara en el camino.
Difícil negar que lo que cada uno de ellos logró en sus respectivos campos, fue tremendo. Por eso el acto de separarlos de su biografía es fácil cuando:
Hicieron algo que la gente idolatra, por ende, son perdonados. Particularmente en los casos deportivos pasa mucho, pero es desde el egoísmo: como me gusta que Michael Jordan juegue y gane, lo lamento por el resto.
Por otro lado, es mucho más difícil, hacer la separación cuando:
Hicieron algo “malo” en una época donde era “bueno”. No confundir el hecho de exculpar a alguien de sus penas, con entender su contexto. Un ejemplo podría ser la Inquisición o el Colonialismo.
Hicieron algo malo. Punto. Claramente esto destruye carreras y afecta directamente la obra o el legado. El ejemplo de Lance Armstrong y su retiro de las siete victorias del Tour de Francia, deberían ser un aviso de las consecuencias de actuar mal.
Con esto, te dejo dos preguntas abiertas
¿Se puede separar que esa película que tanto te gusta, la haya escrito un asesino?
Y la segunda, continuando con la columna de Peña, dice
“(…) Y por la inversa, sería ridículo derivar del hecho que alguien es bien portado y políticamente correcto el valor de lo que escribe.”
¿Todo lo que escribe un santo, ha de ser por definición extraordinario?
Mmm…interesante lo que escribes. Pienso que los seres humanos somos todos complejos y “humanos”. Y por ello, tenemos la necesidad de idealizar en nuestra mente al que sobresale, exigiéndole excelencia, pero, cuando ella no se cumple casi “goza” con su destrucción.